domingo, 19 de diciembre de 2010

Nuevo Obispo Auxiliar para Ntra Diosesis de SEVILLA

Su ordenación episcopal será el 26 de febrero en la Catedral de Sevilla

D. SANTIAGO GÓMEZ SIERRA, OBISPO AUXILIAR DE SEVILLA


SEVILLA (18-12-10).- A las doce del mediodía de hoy, sábado 18 de diciembre de 2010, se ha hecho público el nombramiento de D. Santiago Gómez Sierra como obispo auxiliar de la Archidiócesis de Sevilla. Este nombramiento se ha dado a conocer en sendas ruedas de prensa que se han celebrado en Sevilla y Córdoba. En Sevilla, el arzobispo, mons. Juan José Asenjo Pelegrina, ha dado lectura al comunicado que reproducimos a continuación:

Queridos hermanos y hermanas:
En el corazón del tiempo santo de Adviento, cuando toda la Iglesia espera con ansia la venida del Señor, en este 18 de diciembre, en el que conmemoramos la expectación de la Virgen María, Ntra. Sra. de la Esperanza o de la O, al mediodía como es habitual en estos casos, la Santa Sede ha hecho público el nombramiento de Mons. Santiago Gómez Sierra, como Obispo titular de Vergi y auxiliar de Sevilla. Mientras suenan las campanas de nuestra Catedral anunciando el acontecimiento, con gran gozo comunico a toda la Archidiócesis la noticia, e invito a todos a dar gracias a Dios por este nombramiento que llena de alegría y esperanza no sólo al Arzobispo, que se va a ver ayudado de forma significativa en su ministerio, sino a toda la comunidad diocesana a la que D. Santiago viene a servir.
Manifiesto mi gratitud emocionada al Santo Padre, que dando pruebas de amor a nuestra Archidiócesis, con gran bondad ha tenido en cuenta mi solicitud de un Obispo auxiliar que pueda ayudarme en el gobierno pastoral de nuestra Iglesia particular. Permitidme que agradezca a D. Santiago la aceptación del cargo y le felicite efusivamente por la confianza que le ha demostrado el Santo Padre con este nombramiento. Felicito también a sus padres y hermanos por el honor que supone para ellos la llamada de un miembro de su familia al ministerio episcopal.
D. Santiago nació hace 53 años en Madridejos (Toledo). El 18 de septiembre de 1982 fue ordenado sacerdote en Córdoba, a cuyo presbiterio ha pertenecido hasta ahora. Es licenciado en Filosofía y Ciencias de la Educación (Sección Filosofía), por la Universidad Complutense de Madrid, y licenciado en Teología (Especialidad Dogmática y Fundamental) por la Universidad Pontificia Comillas de Madrid. Ha sido vicerrector del Seminario Mayor San Pelagio de Córdoba, prefecto de estudios y profesor del mismo, y también del Instituto Superior de Ciencias Religiosas “Beata Victoria Díez”. Ha sido además Delegado de pastoral vocacional, párroco de San Juan y Todos los Santos (La Trinidad) en Córdoba, y Vicepresidente de la Junta de Gobierno de la Obra Pía Santísima Trinidad. Entre 1997 y 2001 fue Vicario General de Mons. Javier Martínez, oficio que yo también le encomendé en el año 2004, y que desempeñó loablemente hasta el año 2007 en que hubo de asumir la presidencia del Consejo de Administración de CajaSur. Ha sido también confesor de varias comunidades religiosas y director espiritual de la Adoración Nocturna Femenina Española en la Diócesis cordobesa.
D. Santiago es un sacerdote piadoso, celoso, sumamente trabajador, humilde y sencillo, muy inteligente y bien preparado intelectualmente, que ama profundamente a Jesucristo, a su sacerdocio y a la Iglesia. Tiene experiencia y cualidades sobresalientes para el gobierno pastoral. Estoy seguro de que va a ser un excelente pastor, y para mí un colaborador magnífico en mi ministerio. La sede titular que se le asigna, Vergi, parece que fue fundada por uno de los Siete Varones Apostólicos, San Tesifón, y estuvo  situada en lo que actualmente es la ciudad de Berja, en el suroeste de la Provincia de Almería.

La ceremonia de su ordenación episcopal tendrá lugar en la Santa Iglesia Catedral Metropolitana de Sevilla en la mañana del sábado 26 de febrero. De nuevo os invito a todos a dar gracias a Dios por este regalo que el Señor nos hace en las vísperas de la Navidad, preludio del gran don que va a suponer la actualización en la liturgia del misterio de la encarnación y nacimiento del Hijo de Dios. A  estos sentimientos de gratitud, hemos de añadir en estas semanas  -y así se lo pido a los sacerdotes y a todas las comunidades cristianas- preces especiales, pidiendo al Señor que conceda a D. Santiago el corazón  y el estilo de Jesucristo, Buen Pastor, para que se entregue sin descanso al servicio de nuestra Iglesia. Pidamos también al Señor que encuentre en nuestra Archidiócesis un pueblo bien dispuesto, que sea siempre fiel al ministerio de salvación que la Iglesia pone en sus manos, y que le conceda los dones de su Espíritu para desempeñar el amoris officium, el servicio de amor que es apacentar la grey del Señor.
No deseo concluir sin felicitar efusivamente a la querida Diócesis de Córdoba, a su Pastor, Mons. Demetrio Fernández, y al presbiterio cordobés, que, estoy seguro, se alegra de la llamada al episcopado de un hermano muy querido.

FELICES FIESTAS

miércoles, 15 de diciembre de 2010

TEATRO NAVIDAD en ESTEPA



Próximo Fin de Semana, día de la ESPERANZA, y último Domingo del Tiempo de Adviento
REPRESENTACIÓN TEATRAL en la Parroquia de San Sebastián de Estepa por Niños de Postcomunión
REPRESENTACIÓN ESCENAS DE LA NATIVIDAD DE JESUCRISTO 

La Parroquia de San Sebastián de ESTEPA junto con la Charanga Los Trotamúsicos organizan BELEN VIVIENTE realizado por Niños de Postcomunión.


VIERNES 17 Diciembre......... 16:00 h
SÁBADO 18 Diciembre ......... 16:30 h y 17:30 h

viernes, 3 de diciembre de 2010

FIESTA BENÉFICA en Estepa en Ayuda hacia BANGASSOU

 


Este Domingo Día 5 de Diciembre tenemos una oportunidad para seguir siendo Solidarios con los más pobres. Estamos en tiempo de Adviento, de preparación, de esperanza...¿qué mejor manera de preparar nuestro corazón que siendo solidarios y mostrándonos abiertos a las necesidades de los que menos tienen?

Una nueva oportunidad se nos brinda para acercarnos un poquito más a ese Tercer Mundo que cada vez es menos ajeno a nosotros porque cada vez lo sentimos más cerca, porque cada vez se van uniendo más nuestras fronteras.

El pueblo de Bangassou sigue necesitando de nuestra solidaridad. Y puede ser muy fácil colaborar para que un poquito más de esperanza y de ilusión llegue a tantas y tantas vidas que carecen de todo porque no tienen de nada.... Tan fácil, y tan poco esfuerzo puede suponer, como acudir a la Fiesta Solidaria que tendrá lugar el Domingo día 5 a partir de las 22:00 horas, y así a la vez que nos divertimos estamos siendo solidarios.

No dejemos que se adormezcan nuestros corazones.


Organiza: Juventudes Socialistas de Estepa

Colabora: Grupo de San Francisco - Anawin

lunes, 29 de noviembre de 2010

Vigilia de la Inmaculada Concepción


Próximo martes día 7 de Diciembre, Vispera de la Fiesta de de Nuestra Madre, Inmaculada Concepción de María. Se celebra VIGILIA DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN en Estepa:

Iglesia de Nuestra Señora de los Remedios a las 9 de la noche tras la Celebración de la Santa Eucaristía y Devoto Besamanos a la Santísima Virgen María. La Eucaristía será a las 7:30 de la tarde (último día de la novena).
Organizada dicha Vigilia por el Grupo Joven Paz y Caridad

Iglesia - Convento de Santa Clara de Asís (Cerro de San Cristóbal). La Vigilia dará comienzo a las 8 de la tarde.
Organizada dicha Vigilia por:
Grupo Franciscano Los Anawin
Equipos de Nuestra Señora



domingo, 28 de noviembre de 2010

Camino hacia el Encuentro y Venida de Jesucristo


Un poco de historia

 En el siglo IV de nuestra era los cristianos comenzaron a celebrar la venida del Señor entre los hombres. Era una celebración nueva, en esa época, pues antes de ella sólo se celebraba el día de Cristo, la Pascua del Señor, no sólo el día anual de la Pascua sino cada domingo. Surge la fiesta de la Navidad para celebrar el aniversario de la venida del Señor y también como ocasión para combatir las fiestas paganas -que se celebran el 25 de Diciembre en Roma y para los egipcios el 6 de Enero- proclamando la fe de la Iglesia en la Encarnación y Nacimiento del Verbo.
 Fijada la celebración del Nacimiento del Señor, ésta se va preparando durante un tiempo. Esta costumbre tuvo su origen en Francia y España; y en el siglo VII, aproximadamente, se extiende a Roma naciendo así este tiempo litúrgico, que hoy llamamos Adviento.
 Ya en los primeros datos sobre el Adviento se descubre un carácter escatológico a la vez del carácter de preparación a la Navidad, lo cual ha llevado a la discusión sobre el sentido originario del Adviento. En estas discusiones unos han optado por la tesis del adviento orientado a la Navidad, mientras otros optaron la tesis de preparación a la venida escatológica.

 SENTIDO Y ESTRUCTURA DEL ADVIENTO
 La celebración del Adviento dura cuatro semanas que están divididas en dos etapas. Durante este tiempo se prepara la Venida del Señor contemplada en dos aspectos: la Venida escatológica y la venida histórica.
 La primera etapa empieza el primer domingo de Adviento y termina el día 16 de diciembre. En esta etapa la Venida del Señor es contemplada en sus dos dimensiones, los creyentes son invitados a prepararse para salir al encuentro del Señor y recibirlo en la existencia concreta.
 La segunda etapa pone la atención en la venida histórica del Señor, es como una "Semana Santa" que prepara la Navidad.
 De lo señalado hasta el momento se puede inducir cuál es el sentido del Adviento, lo más importante es que se trata de la Venida del Señor, el Señor vendrá y por eso hay que estar preparado; no de cualquier manera se puede recibir al Señor, es necesaria una preparación previa. Esta preparación es la conversión del corazón acompañada del gozo y la alegría, la esperanza y la oración. El tiempo del Adviento es el tiempo de la esperanza, de poner en ejercicio esta virtud que con la fe y el amor constituyen la trama de la vida espiritual.
 El Adviento difiere de la Cuaresma, pues no es directamente penitencial, sería un error pensar en el Adviento como una Cuaresma que antecede a la Navidad.
 Las lecturas de este tiempo nos orientan en las dos dimensiones de la Venida del Señor ya señaladas, en la primera lectura se escucha a los profetas mesiánicos, especialmente Isaías, anunciando al Salvador y los tiempos nuevos y definitivos; en el Evangelio se oyen exhortaciones del Señor a la vigilancia y textos del Evangelio de la infancia.
 Este sentido de espera de lo definitivo se expresa en la liturgia mediante la supresión de los símbolos festivos, falta algo para la fiesta completa que sólo tendrá el culmen de la alegría cuando el Señor esté con su pueblo.

 PERSONAJES DEL ADVIENTO

 El tiempo del Adviento nos presenta tres personajes que nos ayudan a preparamos para las fiestas navideñas.

 Isaías es el profeta del Adviento. En sus palabras resuena el eco de la gran esperanza que confortará al pueblo elegido en tiempos difíciles y trascendentales, en su actitud y sus palabras se manifiesta la espera, la venida del Rey Mesías. Él anuncia una esperanza para todos los tiempos. En nuestro tiempo conviene mirar la figura de Isaías y escuchar su mensaje que nos dice que no todo está perdido, porque el Dios Fiel en quien creemos no abandona nunca a su pueblo, sino por el contrario, le da la salvación.

 Juan Bautista, el Precursor, es otro de los personajes del Adviento; él en su persona y sus palabras nos resume toda la historia anterior, él prepara los caminos del Señor, nos invita a la conversión, anuncia la salvación, señala a Cristo entre los hombres. Las palabras de invitación a la penitencia de Juan el Bautista cobran una gran actualidad hoy, su invitación es importantísima; para recibir al Señor hay que cambiar nuestra mentalidad engendradora de malas acciones, para encontrarnos con Él después de nuestro cambio interior.

 María, la Madre del Señor es el tercer personaje del Adviento. En ella culmina y adquiere una dimensión maravillosa toda la esperanza del mesianismo hebreo. María espera al Señor cooperando en la obra redentora. El Adviento es el mes litúrgico mariano, en este tiempo María aparece en los textos bíblicos, sobre todo en la última semana. Su actitud de confianza y esperanza activa es un modelo a seguir.

 ESPIRITUALIDAD DEL ADVIENTO

 Durante el tiempo del Adviento la liturgia pone a nuestra consideración al Dios - Amor que se hace presente en la historia de los hombres, Dios que salva al género humano por medio de Jesús de Nazaret en quien el Padre se revela.
 El Adviento nos debe hacer crecer en nuestra convicción de que Dios nos ama y nos quiere salvar, y debe acrecentar nuestro amor agradecido a Dios.
 Adviento es el tiempo litúrgico de dimensión escatológica, el tiempo que nos recuerda que la vida del cristiano no termina acá, sino que Dios nos ha destinado a la eternidad, a la salvación; en este proyecto la historia es el lugar de las promesas de Dios.
 Dios anuncia y cumple sus promesas en nuestra historia. Adviento es el tiempo en que celebramos la dimensión escatológica de nuestra fe, pues nos presenta el plan divino de salvación con elementos ya realizados en Cristo y con otros elementos de plenitud que aún esperamos se cumplan.
 Esta esperanza escatológica supone una actitud de vigilancia, porque el Señor vendrá cuando menos lo pensamos. La vigilancia requiere la fidelidad, la espera ansiosa y también el sacrificio; la actitud radical del cristiano ante el retorno del Señor es el grito interior de: ¡VEN, SEÑOR JESÚS!.
 Esperar en el Señor supone estar convencido que sólo de Él viene la salvación, sólo Él puede liberarnos de nuestra miseria, de esa miseria que nos esclaviza e impide crecer; el tiempo de Adviento nos recuerda que se acerca el Salvador por eso la esperanza va unida a la alegría, el gozo y la confianza.
 Adviento es también, el tiempo del compromiso terreno; la invitación del Bautista a preparar los caminos del Señor nos presenta como ideal una espera activa y eficaz. No se espera al Señor que vendrá con los brazos cruzados sino en actividad, en el esfuerzo por contribuir a construir un mundo mejor, más justo, más pacífico donde se viva la fraternidad y la solidaridad. La espera del cielo nuevo y tierra nueva nos impulsa a esta acción transformante de nuestro mundo, pues así éste va madurando y preparándose positivamente para la transformación definitiva al final de los tiempos.
 La espera escatológica definitiva al final de los tiempos no es una invitación a la ausencia del compromiso con la sociedad terrena sino un estímulo a prepararla para esa transformación.
 El Adviento nos hace desear ardientemente el retorno de Cristo, pero la visión de nuestro mundo injusto, sembrado de odio y división nos revela su falta de preparación para recibir al Señor. Los creyentes hemos de preparar el mundo, madurarlo para venida del Señor.

 PASTORAL DE LA CELEBRACIÓN

La venida de Cristo y su presencia en el mundo es ya una realidad, Cristo está presente en la Iglesia y en el mundo y esa presencia se prolongará ¿por qué, entonces, esperar su venida?
 Cristo está presente pero su presencia no es aún total ni definitiva, el Adviento nos sitúa en lo realizado en la encarnación y lo que queda por realizar de la plenitud escatológico, en el "ya", pero "todavía no".
 Hay muchos hombres que aún no han reconocido a Jesucristo, el mundo no está plenamente reconciliado con el Padre aunque sí en germen, es preciso, entonces, seguir anunciando la venida plena del Señor hasta la reconciliación plena de Dios con los hombres al final de los tiempos; hemos de pedir que venga a nosotros el reino del Señor.
 También en nuestra vida personal Cristo no se ha posesionado totalmente de nosotros porque nosotros muchas veces lo hemos impedido. En nuestra vida personal hemos de seguir esperando la venida del Señor. En la Navidad, en cada misa, en el hoy de cada celebración eucarística se actualizan el acontecimiento histórico de la venida del Señor y su futura Parusía; de allí la importancia de la celebración litúrgica en todo tiempo y también en Adviento.
 Por eso queremos ofrecer algunas sugerencias para la celebración que ayuden a captar en mayor profundidad el sentido y la espiritualidad del Adviento.
 La ambientación del lugar de la celebración debe ayudar a los fieles a darse cuenta que empieza una nueva etapa dentro de la liturgia dominical, la etapa de la espera. Un primer elemento es el tono morado de los ornamentos, junto con la ausencia de flores en el altar, así resaltará más la alegría festiva de la Navidad con los ornamentos blancos y los arreglos florales. No se han de colocar flores, pero sí sería oportuno colocar algunas plantas de interior en el presbiterio. Puede ser muy expresivo, también, una pancarta en un lugar visible del templo, en el atrio y dentro de la iglesia con frases como: "Ven, Señor Jesús', 'Esperamos tu venida', 'Preparemos los caminos del Señor", etc.
 La música sólo debería usarse para acompañar los cantos y si en algún caso se tocara música instrumental que sea creadora de un ambiente de serenidad. Antes y después de las celebraciones convendría una ambientación musical con cantos gregorianos de Adviento o música de órgano que mantengan el ambiente discreto y recogido.
 También sería conveniente potenciar el tiempo de Adviento como tiempo mariano, en el espíritu de la exhortación “Marialis Cultus”. Ayudaría mucho colocar una imagen de la Virgen con el Niño ya que así se evoca la venida. En el rito de entrada sería conveniente encender progresivamente cada domingo las velas de la corona de Adviento sea en el momento en que habitualmente se encienden los cirios o cuando el sacerdote ha llegado al altar y se sigue cantando el canto de entrada o en el silencio posterior al saludo.
 El cirio puede ser encendido cada semana por diferentes personas, por ejemplo: un niño, una familia, una religiosa, el presidente de la celebración. Hay que cuidar también en este tiempo el canto de entrada, el cual deberá crear el ambiente de la celebración, cantos como: 'Ven, Señor no tardes', "Cielos, lloved vuestra justicia", 'Esperando al Mesías' pueden ser muy oportunos. Este canto es preferible repetirlo los cuatro domingos en vez de cambiarlo perdiendo el sentido creador de atmósfera.
 En la liturgia de la Palabra convendría remarcar el primer domingo de Adviento el inicio de un nuevo ciclo de lecturas, para lo cual, aparte de una monición presidencial, puede ayudar la actualización del rito de inauguración del lugar de la Palabra dentro de la Dedicación de una iglesia. El ministro que acompaña al presidente de la celebración o él mismo, lleva el leccionario durante la procesión de entrada y al llegar lo deja sobre el altar, antes de besarlo. Terminada la oración colecta, el presidente va al altar, toma el leccionario y lo lleva al ambón, allí muestra el leccionario al pueblo y dice éstas o palabras semejantes: "iniciamos hoy, como cada año en este domingo, un ciclo de lecturas bíblicas (el Evangelio de... ). Que la Palabra de Dios halle eco en nosotros, cada domingo, para que conozcamos mejor el misterio de Jesús y para que se realice en nosotros la salvación que Dios quiere para todos los hombres".
 Luego deja el libro abierto sobre el ambón, va a su sitio y el lector proclama la lectura. El salmo responsorial deberá cantarse, en lo posible, o al menos aprender antífonas propias o apropiadas. El Aleluya debería cantarse los domingos y mejor omitirse los días feriales. Sería también oportuno cantar los cuatro domingos una misma respuesta para la oración de los fieles, la cual podría ser: "Ven, Señor Jesús", "Ven, Señor no tardes más", "Venga a nosotros tu reino". etc.
 En la liturgia eucarística sería conveniente hacer en silencio la presentación de los dones o con una melodía suave, en todo caso, mejor sin canto, para resaltar el carácter austero del tiempo y permitir la meditación de los fieles. Sí, por el contrario, convendría cantar la aclamación primera después de la consagración ya que expresa mejor el ansia por la venida del Señor. También conviene en este tiempo que como prolongación de la austeridad en la celebración eucarística se viva una austeridad en la disposición y arreglo del lugar de la Reserva Eucarística.

 VIVAMOS EL "ADVIENTO" ... DEL SEÑOR QUE LLEGA

INVOCACIÓN. Adviento o "advenimiento" son palabras que significan tiempo y actitud de espera ... con llegada. Por su fuerza intensiva, no las aplicamos al acontecer rutinario en el que los hombres nos hallamos inmersos, acaso sin emoción y sobresalto... Las reservamos para hablar de acontecimientos altamente deseados y esperados (si reportan bienes) o pavorosamente temidos, si traen consigo males ... Advenimiento altamente deseado y esperado es, para una joven, el día de su desposorio; para una esposa, el de su maternidad; y para un pueblo en guerra, el de su paz. Y advenimiento intensamente temido es, para una familia, el zarpazo de la crisis en sus relaciones hogareñas; y para una economía modesta, la pérdida del puesto de trabajo que garantizaba el pan. ...Invoquemos muchas veces este tipo de "advientos" que salpican de gracia o dolor nuestras vidas, y aprenderemos a valorar otros igualmente fuertes.

 EXPECTACIÓN. 

¡Feliz el hombre que sabe vivir en constante "adviento"! .... Si consideramos atentamente las cosas, los avatares de cada día nos obligan a vivir siempre expectantes, pues, queramos o no, transitamos, de la mañana a la noche, por caminos siempre inacabados... , siempre abiertos a la sorpresa ... Nos hacemos y rehacemos a golpe de sorpresas y esperanzas, sobre todo de sorpresas gratas y de esperanzas fundadas .... ¿No es verdad que, si bien con frecuencia soportamos días grises, y con lágrimas, damos primacía a los advenimientos alegres que muestran el rostro positivo de las cosas...? Del "adviento humano", venturoso, podríamos decir que es tiempo de esperanza firme y de preparación robusta para dar alcance a presas arduas: a un amor difícil, a una amistad profunda, a una actitud solidaria, a una mesa compartid ..

 EXPECTACIÓN RELIGIOSA. 

¡Feliz el hombre cuyos "advientos humanos" colman sus esperanzas! Pero más feliz todavía aquel cuyos advientos tienen auras de "religiosidad" ..... Miremos al hombre que es creyente. Su adviento, por ser religioso (pues habla de advenimiento de Dios, o de los dioses), es el más bello y sublime que cabe en la escala de las "esperanzas"... Con razón todas las religiones, primitivas o evolucionadas, celebraron su peculiar adviento una y otra vez. A todas les gusta revivir con cierta expectación solemne la cercanía de su Dios (o de sus dioses)... ¡Cómo "suspiramos" todos los mortales por que "advenga" a nuestra vida un Ser Divino de rostro amigable y protector ...

 ADVIENTO JUDEO-CRISTIANO Y EXPECTACIÓN SUPREMA.

Todas las religiones celebran su Adviento.... Pero, entre todos los Advientos celebrados, el que proclaman el judaísmo y el cristianismo ofrece singularidades extraordinarias, al calor de una fe que se alimenta en la Palabra y el Amor desbordante de un Dios que es padre del pueblo elegido...
 En la tradición judía, YAVÉ, Dios único y creador, se convierte en providencia amorosa y luz que alumbra toda la historia del pueblo elegido a través de Alianzas de fidelidad, Leyes de vida y culto, y Promesas de gracia que recorren los libros del Antiguo Testamento.... Entre esas Promesas, el ventanal del Adviento se abre con un compromiso sagrado y una exigencia: compromiso divino de que Yavé enviará a Israel un MESÍAS LIBERADOR ..; y exigencia al pueblo de que viva a la espera del Mesías, en prolongado Adviento, sin desfallecer .... ¿No es hermosa esta de Israel, pueblo llamado a vivir en permanente Adviento, porque el MESÍAS prometido llegará...? ¡Hermosura es la promesa ! ... Pero no lo es el dolor de la esperanza frustrada... Porque ese Mesías, el prometido, llegó ya; llegó en la plenitud de los tiempos, en JESÚS DE NAZARET....! ¡ Y los suyos no le recibieron....! ... Los judíos recorren todavía hoy el mundo soñando con otros mesías..
 En la tradición cristiana, las cosas cambiaron. Nosotros, iluminados por la gracia del Nuevo Testamento, confesamos en Adviento y Navidad que Jesús de Nazaret es el MESÍAS ESPERADO DE ISRAEL y lo adoramos como a tal ... Por eso hacemos un Adviento jubiloso que colma toda expectación..! Nosotros creemos que Jesús es el Hijo del Padre, y que el Padre, por amor, nos le envió a compartir con nosotros la tienda de la vida, haciéndose Niño en las entrañas de la virgen María.... En la fe, aceptamos que el Mesías anunciado, Dios Hijo, ya se vistió de nuestra naturaleza y se hizo apto para sentir, imaginar, amar, sufrir, reir, llorar... como nosotros ..... Gocémonos en ello .
 ¡Adviento! ¡Adviento! ... ¡Seas para nosotros esperanza, acogida y escucha del mensaje del Mesías que viene a transformar el mundo por el Amor ...! ¡Ven, Señor, no tardes!

lunes, 22 de noviembre de 2010

Vigilia por la Vida Naciente


A todos los sacerdotes, consagrados, Delegados diocesanos y Presidentes de movimientos, y grupos apostólicos

Queridos hermanos y amigos:

Recientemente la Secretaría General de la Conferencia Episcopal Española nos ha notificado a los Obispos que el próximo sábado, 27 de noviembre, el Santo Padre celebrará en la Basílica de San Pedro una Solemne Vigilia por la vida naciente en el marco de las primeras Vísperas del I Domingo de Adviento. Según consta en una carta dirigida al Presidente de la Conferencia por los señores Cardenales D. Antonio Cañizares Llovera, Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, y D. Ennio Antonelli, Presidente del Pontificio Consejo para la Familia, es deseo del Papa Benedicto XVI que en las Iglesias particulares los Obispos presidan alguna celebración semejante y que se haga también en las Parroquias con la participación de las Asociaciones y Movimientos. Por esta razón, he encargado a la Delegación Diocesana de Pastoral Familiar la preparación de un modelo de Vigilia con unos materiales que puedan ser utilizados tanto en la Catedral como en las Parroquias.
Esta iniciativa del Santo Padre nos dice bien a las claras la importancia que concede al anuncio del Evangelio de la vida en este momento concreto, dadas las amenazas que se ciernen sobre la vida naciente como consecuencia de las leyes que permiten el aborto legal. Los sevillanos lo sabemos muy bien pues hemos sido testigos de la celebración en nuestra ciudad de un Congreso mundial del aborto, en el que se han compartidos experiencias y técnicas para mejorar las prácticas abortivas. Nuestra Diócesis ha reaccionado con los medios que estaban a nuestro alcance, orando al Señor, único Dueño de la vida, para que poco a poco la cultura de la muerte se vaya sustituyendo en nuestra sociedad por la cultura de la vida, que acoja y promueva la vida humana y tutele su dignidad sagrada.
Al mismo tiempo que agradezco a todos las iniciativas que habéis llevado a cabo en fechas recientes, os ruego que atendáis también a la solicitud que nos hace el Santo Padre y que el próximo 27 de noviembre en todas nuestras parroquias se celebre la Vigilia por la vida naciente, que yo mismo presidiré en la Catedral.
Esperando vuestra acogida de esta iniciativa y también de los materiales que se os envían, aprovecho la ocasión para enviaros a todos, un abrazo fraterno y cordial y la bendición de vuestro afmo. en el Señor.

3 de noviembre de 2010
ARZOBISPO DE SEVILLA
Juan José Asenjo Pelegrina

domingo, 21 de noviembre de 2010

Reportaje en DIARIO CORDOBA 21 Noviembre 2010


Los Reyes Magos llegarán en marzo

Los dos contenedores solidarios de la Fundación Bangassou parten hacia Africa, donde terminarán su recorrido en unos tres meses Los voluntarios cargaron ayer 44 toneladas.

21/11/2010 F. EXPOSITO

 
Gran organización 
Todo el material se ha inventariado.



Si la solidaridad se midiera por lo que pesa, los voluntarios de la Fundación Bangassou concentraron ayer un ingente esfuerzo para cargarla con destino a Africa y responder a la llamada del obispo cordobés Juan José Aguirre. En una nave del polígono de Quintos, cerca de El Higuerón, entre sesenta y setenta personas madrugaron para colmar uno de los dos contenedores que ha preparado la fundación cordobesa presidida por Miguel Aguirre, hermano del obispo de Bangassou. Otro grupo se encontraba en Las Quemadas llenando el segundo contenedor. Como aseguraba Miguel, "la solidaridad no entiende de crisis", aunque para ello han estado trabajando varios centenares de voluntarios, llamando a las puertas de empresas e instituciones de Córdoba, pero también de otras provincias como Jaén, Sevilla o Madrid. Será la respuesta a las peticiones del obispo que cumple diez años en diciembre al frente de la diócesis de Bangassou. Será, como decía Miguel, "la llegada de los Reyes Magos", aunque con más de tres meses de retraso necesarios para sortear la distancia que separa el país centroafricano de Córdoba. "Esperamos que en marzo puedan tener las 44 toneladas de material que le envíamos", comentaba mientras dirigía el amplio equipo que no se asustó por la lluvia y que ayer recibió el respaldo de un grupo de scouts .
En los dos contenedores se cargaron 44.000 kilos de alimentos (aceite, leche en polvo o azúcar), material escolar para los colegios de la diócesis, equipamiento sanitario y quirúrgico, hierros, neumáticos, material eléctrico, juguetes o estanterías. La gran novedad de este año será un vehículo todoterreno. "Le mandamos lo que no pueden comprar allí", explica el presidente de la oenegé que desarrolla proyectos educativos y sanitarios. Esta caravana solidaria se inició en el año 2003. Desde entonces han enviado una docena de contenedores constreñidos hasta no dejar aire en su interior. "El envío es muy costoso, sobre todo cuando se encuentra en Centroáfrica, pues hasta Bangassou hay unos 2.500 kilómetros", señala. Pese a las grandes carencias y limitaciones, la fundación cordobesa sigue respondiendo a la llamada, ayudando a respirar a una región que tiene montañas de obstáculos para sobrevivir: "Estamos concienciadas muchas personas y seguiremos trabajando". Los Reyes Magos de Córdoba han iniciado ya su largo camino a Bangassou.

www.diariocordoba.com

domingo, 14 de noviembre de 2010

DÍA DE LA IGLESIA DIOCESANA, 14 Noviembre 2010

Carta del Arzobispo de Sevilla 7 Noviembre 2010 hacia su Comunidad de Fieles Cristianos de Sevilla;

Queridos hermanos y hermanas:
El próximo domingo, día 14 de noviembre, las diócesis españolas celebraremos el Día de la Iglesia Diocesana, que este año tiene como lema «La Iglesia, comunidad de fe, caridad y esperanza». Su finalidad es acrecentar nuestra conciencia de que, además de pertenecer a la Iglesia universal en virtud del bautismo, y al núcleo más elemental de la vida de la Iglesia, que es la parroquia, formamos parte de la Iglesia particular o diócesis, presidida por el obispo, reunida por él por medio del Evangelio y de la Eucaristía, y en la que está presente la Iglesia de Cristo, una, santa, católica y apostólica. Ella es el vínculo que nos une a la Iglesia de Roma, presidida por el sucesor de Pedro, y a las demás Iglesias, presididas por los obispos en comunión con él.
En esta jornada todos estamos llamados a reflexionar sobre lo que la diócesis significa en nuestra vida: ella custodia la memoria viva de Jesucristo y nos garantiza su presencia vivificadora como cabeza de la Iglesia; ella nos sirve la Palabra de Dios y nos brinda la mediación sacramental de los sacerdotes; a través de ellos nos llega la gracia santificante y ella nos introduce en la comunión de los Santos, estableciendo una relación misteriosa, pero real y benéfica, con nuestros hermanos del Cielo y con las almas del Purgatorio. La Iglesia propicia nuestra formación cristiana, nos permite vivir y celebrar comunitariamente la fe y nos impulsa al testimonio  al apostolado. Sin la Iglesia diocesana, estaríamos condenados a vivir nuestra fe a la intemperie, de forma aislada e individual y sin referencias comunitarias.Ella nos permite vivir nuestro compromiso cristiano acompañados, apoyados y como llevados por una auténtica comunidad de fe, caridad y esperanza.
La diócesis es el seno materno en el que hemos sido engendrados como hijos de Dios por el Bautismo. Ella nos ofrece los bienes de la salvación, la vida divina y el pan de la Eucaristía, el alimento que robustece nuestras fuerzas. Es además el ámbito natural de nuestro encuentro con el Señor. Todas ellas son razones poderosas para amar a nuestra Archidiócesis, para colaborar con ella, para implicarnos y comprometernos en su vida diaria, en sus acciones y proyectos, cada uno desde su propia vocación. El día de la Iglesia Diocesana debe adquirir en nuestra Archidiócesis mayor vigor y consistencia. Esto dependerá de todos nosotros, del Arzobispo, de los sacerdotes y consagrados y de cuantos trabajamos a su servicio.
Permitidme algunas recomendaciones para celebrarla auténticamente: En las misas del domingo, 14 de noviembre, los sacerdotes procurarán explicar con sencillez a los fieles la naturaleza de la Iglesia particular, el peculiar servicio salvífico que presta a sus hijos y la misión del Arzobispo. Sería también muy conveniente que les den a conocer la historia gloriosa de nuestra Iglesia y su impresionante patrimonio de santidad, con el fin de renovar y acrecentar el amor a nuestra Archidiócesis, dar gracias a Dios por pertenecer a ella, y valorar, sentir como propio y amar con sentido filial todo lo diocesano. Finalidad de esta jornada es también rezar por la Iglesia que peregrina en Sevilla, por su Arzobispo, por sus sacerdotes, consagrados y fieles para que cada día crezcamos en comunión con el Señor, en comunión con el Santo Padre y su magisterio, en unidad y comunión fraterna y en compromiso apostólico y evangelizador.
No podemos olvidar en este día la obligación de colaborar en las actividades y necesidades de nuestra Archidiócesis, pues si es verdad que es el Señor quien sostiene a su Iglesia, ha querido contar también con nuestra generosidad. La Iglesia en Sevilla necesita medios económicos para cumplir su misión pastoral y evangelizadora, para retribuir mínimamente a los sacerdotes, garantizar el funcionamiento del Seminario y de los servicios pastorales, servir a los pobres, ayudar a las Misiones, cuidar su patrimonio artístico y cultural, tan cuantioso como bello, y construir nuevos templos, una verdadera necesidad en la ciudad de Sevilla y en las poblaciones más crecidas de la Archidiócesis. Entre las necesidades más urgentes quiero también mencionar el Seminario Menor, que si Dios quiere abrirá sus puertas en el próximo mes de septiembre y cuyas instalaciones habremos de preparar a lo largo de este año. Por ello, invito a los sacerdotes a hacer la colecta de esta jornada con todo interés y a los fieles a ser generosos, pues el sostenimiento económico de la Iglesia depende fundamentalmente de nosotros, bien a través de nuestras donaciones directas, en forma de cuotas, suscripciones o donativos, bien a través de la Declaración de la Renta, en la que decidimos destinar el 0,7 % de nuestros impuestos a la Iglesia católica.
Lo decisivo es que el Día de la Iglesia Diocesana contribuya a robustecer nuestra conciencia de familia, a amar con sentimientos de gratitud nuestras raíces religiosas y a crecer en actitudes de colaboración con nuestra Iglesia.

Para todos, mi saludo fraterno y mi bendición,
† Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla

lunes, 8 de noviembre de 2010

Fundación Hermandad



Como dan comienzo Nuestras Reglas, esta Hermandad fue fundada al pie de un andamio, en conversaciones inquietas de un grupo de obreros que se encontraban en la Antigua Iglesia de la Victoria y Convento de los PP Mínimos; cede donde estuvo Nuestra Imagen de la Virgen de las Angustias antiguamente.

La Fundación de la Hermandad se remonta en el año 1953, aunque fue en 1955 cuando en realidad quedó consolidada y formada la Hermandad.

Nuestro Hermano Fundador y Párroco de San Sebástian de Estepa por entonces, D. Manuel Lassaleta y Muñoz-Seca.

jueves, 21 de octubre de 2010

Reunión Grupo Joven

Jueves 21 y Viernes 22 de Octubre citamos a todos los componentes del GRUPO JOVEN en la cochera de Victor (carretera Herrera), para terminar de empaquetar y organizar Nuevos Materiales recogidos para BANGASSOU. A partir de las 5 de la tarde.


El Sábado 23 de Octubre citamos a los miembros del Grupo Joven para el viaje a Córdoba a llevar el Material, conocer personalmente a la gente de la Fundación Bangassou y ayudar en lo posible allí en esta tarea. Salida desde ESTEPA hacia Córdoba a las 9 de la mañana. Quien pueda, que lo comunique vía tuenti por privado o por correo electronico del Grupo.


 Jornada Mundial de la Juventud 
Madrid 2011

"Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe"(cf. Col 2, 7)




Queridos amigos

Pienso con frecuencia en la Jornada Mundial de la Juventud de Sydney, en el 2008. Allí vivimos una gran fiesta de la fe, en la que el Espíritu de Dios actuó con fuerza, creando una intensa comunión entre los participantes, venidos de todas las partes del mundo. Aquel encuentro, como los precedentes, ha dado frutos abundantes en la vida de muchos jóvenes y de toda la Iglesia. Nuestra mirada se dirige ahora a la próxima Jornada Mundial de la Juventud, que tendrá lugar en Madrid, en el mes de agosto de 2011. Ya en 1989, algunos meses antes de la histórica caída del Muro de Berlín, la peregrinación de los jóvenes hizo un alto en España, en Santiago de Compostela. Ahora, en un momento en que Europa tiene que volver a encontrar sus raíces cristianas, hemos fijado nuestro encuentro en Madrid, con el lema: «Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe» (cf. Col 2, 7). Os invito a este evento tan importante para la Iglesia en Europa y para la Iglesia universal. Además, quisiera que todos los jóvenes, tanto los que comparten nuestra fe, como los que vacilan, dudan o no creen, puedan vivir esta experiencia, que puede ser decisiva para la vida: la experiencia del Señor Jesús resucitado y vivo, y de su amor por cada uno de nosotros.

1. En las fuentes de vuestras aspiraciones más grandes

En cada época, también en nuestros días, numerosos jóvenes sienten el profundo deseo de que las relaciones interpersonales se vivan en la verdad y la solidaridad. Muchos manifiestan la aspiración de construir relaciones auténticas de amistad, de conocer el verdadero amor, de fundar una familia unida, de adquirir una estabilidad personal y una seguridad real, que puedan garantizar un futuro sereno y feliz. Al recordar mi juventud, veo que, en realidad, la estabilidad y la seguridad no son las cuestiones que más ocupan la mente de los jóvenes. Sí, la cuestión del lugar de trabajo, y con ello la de tener el porvenir asegurado, es un problema grande y apremiante, pero al mismo tiempo la juventud sigue siendo la edad en la que se busca una vida más grande. Al pensar en mis años de entonces, sencillamente, no queríamos perdernos en la mediocridad de la vida aburguesada. Queríamos lo que era grande, nuevo. Queríamos encontrar la vida misma en su inmensidad y belleza. Ciertamente, eso dependía también de nuestra situación. Durante la dictadura nacionalsocialista y la guerra, estuvimos, por así decir, "encerrados" por el poder dominante. Por ello, queríamos salir afuera para entrar en la abundancia de las posibilidades del ser hombre. Pero creo que, en cierto sentido, este impulso de ir más allá de lo habitual está en cada generación. Desear algo más que la cotidianidad regular de un empleo seguro y sentir el anhelo de lo que es realmente grande forma parte del ser joven. ¿Se trata sólo de un sueño vacío que se desvanece cuando uno se hace adulto? No, el hombre en verdad está creado para lo que es grande, para el infinito. Cualquier otra cosa es insuficiente. San Agustín tenía razón: nuestro corazón está inquieto, hasta que no descansa en Ti. El deseo de la vida más grande es un signo de que Él nos ha creado, de que llevamos su "huella". Dios es vida, y cada criatura tiende a la vida; en un modo único y especial, la persona humana, hecha a imagen de Dios, aspira al amor, a la alegría y a la paz. Entonces comprendemos que es un contrasentido pretender eliminar a Dios para que el hombre viva. Dios es la fuente de la vida; eliminarlo equivale a separarse de esta fuente e, inevitablemente, privarse de la plenitud y la alegría: «sin el Creador la criatura se diluye» (Con. Ecum. Vaticano. II, Const. Gaudium et Spes, 36). La cultura actual, en algunas partes del mundo, sobre todo en Occidente, tiende a excluir a Dios, o a considerar la fe como un hecho privado, sin ninguna relevancia en la vida social. Aunque el conjunto de los valores, que son el fundamento de la sociedad, provenga del Evangelio -como el sentido de la dignidad de la persona, de la solidaridad, del trabajo y de la familia-, se constata una especie de "eclipse de Dios", una cierta amnesia, más aún, un verdadero rechazo del cristianismo y una negación del tesoro de la fe recibida, con el riesgo de perder aquello que más profundamente nos caracteriza.

Por este motivo, queridos amigos, os invito a intensificar vuestro camino de fe en Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo. Vosotros sois el futuro de la sociedad y de la Iglesia. Como escribía el apóstol Pablo a los cristianos de la ciudad de Colosas, es vital tener raíces y bases sólidas. Esto es verdad, especialmente hoy, cuando muchos no tienen puntos de referencia estables para construir su vida, sintiéndose así profundamente inseguros. El relativismo que se ha difundido, y para el que todo da lo mismo y no existe ninguna verdad, ni un punto de referencia absoluto, no genera verdadera libertad, sino inestabilidad, desconcierto y un conformismo con las modas del momento. Vosotros, jóvenes, tenéis el derecho de recibir de las generaciones que os preceden puntos firmes para hacer vuestras opciones y construir vuestra vida, del mismo modo que una planta pequeña necesita un apoyo sólido hasta que crezcan sus raíces, para convertirse en un árbol robusto, capaz de dar fruto.

2. Arraigados y edificados en Cristo

Para poner de relieve la importancia de la fe en la vida de los creyentes, quisiera detenerme en tres términos que san Pablo utiliza en: «Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe» (cf. Col 2, 7). Aquí podemos distinguir tres imágenes: "arraigado" evoca el árbol y las raíces que lo alimentan; "edificado" se refiere a la construcción; "firme" alude al crecimiento de la fuerza física o moral. Se trata de imágenes muy elocuentes. Antes de comentarlas, hay que señalar que en el texto original las tres expresiones, desde el punto de vista gramatical, están en pasivo: quiere decir, que es Cristo mismo quien toma la iniciativa de arraigar, edificar y hacer firmes a los creyentes.

La primera imagen es la del árbol, firmemente plantado en el suelo por medio de las raíces, que le dan estabilidad y alimento. Sin las raíces, sería llevado por el viento, y moriría. ¿Cuáles son nuestras raíces? Naturalmente, los padres, la familia y la cultura de nuestro país son un componente muy importante de nuestra identidad. La Biblia nos muestra otra más. El profeta Jeremías escribe: «Bendito quien confía en el Señor y pone en el Señor su confianza: será un árbol plantado junto al agua, que junto a la corriente echa raíces; cuando llegue el estío no lo sentirá, su hoja estará verde; en año de sequía no se inquieta, no deja de dar fruto» (Jer 17, 7-8). Echar raíces, para el profeta, significa volver a poner su confianza en Dios. De Él viene nuestra vida; sin Él no podríamos vivir de verdad. «Dios nos ha dado vida eterna y esta vida está en su Hijo» (1 Jn 5,11). Jesús mismo se presenta como nuestra vida (cf. Jn 14, 6). Por ello, la fe cristiana no es sólo creer en la verdad, sino sobre todo una relación personal con Jesucristo. El encuentro con el Hijo de Dios proporciona un dinamismo nuevo a toda la existencia. Cuando comenzamos a tener una relación personal con Él, Cristo nos revela nuestra identidad y, con su amistad, la vida crece y se realiza en plenitud. Existe un momento en la juventud en que cada uno se pregunta: ¿qué sentido tiene mi vida, qué finalidad, qué rumbo debo darle? Es una fase fundamental que puede turbar el ánimo, a veces durante mucho tiempo. Se piensa cuál será nuestro trabajo, las relaciones sociales que hay que establecer, qué afectos hay que desarrollar. En este contexto, vuelvo a pensar en mi juventud. En cierto modo, muy pronto tomé conciencia de que el Señor me quería sacerdote. Pero más adelante, después de la guerra, cuando en el seminario y en la universidad me dirigía hacia esa meta, tuve que reconquistar esa certeza. Tuve que preguntarme: ¿es éste de verdad mi camino? ¿Es de verdad la voluntad del Señor para mí? ¿Seré capaz de permanecerle fiel y estar totalmente a disposición de Él, a su servicio? Una decisión así también causa sufrimiento. No puede ser de otro modo. Pero después tuve la certeza: ¡así está bien! Sí, el Señor me quiere, por ello me dará también la fuerza. Escuchándole, estando con Él, llego a ser yo mismo. No cuenta la realización de mis propios deseos, sino su voluntad. Así, la vida se vuelve auténtica.

Como las raíces del árbol lo mantienen plantado firmemente en la tierra, así los cimientos dan a la casa una estabilidad perdurable. Mediante la fe, estamos arraigados en Cristo (cf. Col 2, 7), así como una casa está construida sobre los cimientos. En la historia sagrada tenemos numerosos ejemplos de santos que han edificado su vida sobre la Palabra de Dios. El primero Abrahán. Nuestro padre en la fe obedeció a Dios, que le pedía dejar la casa paterna para encaminarse a un país desconocido. «Abrahán creyó a Dios y se le contó en su haber. Y en otro pasaje se le llama "amigo de Dios"» (St 2, 23). Estar arraigados en Cristo significa responder concretamente a la llamada de Dios, fiándose de Él y poniendo en práctica su Palabra. Jesús mismo reprende a sus discípulos: «¿Por qué me llamáis: "¡Señor, Señor!", y no hacéis lo que digo?» (Lc 6, 46). Y recurriendo a la imagen de la construcción de la casa, añade: «El que se acerca a mí, escucha mis palabras y las pone por obra. se parece a uno que edificaba una casa: cavó, ahondó y puso los cimientos sobre roca; vino una crecida, arremetió el río contra aquella casa, y no pudo tambalearla, porque estaba sólidamente construida» (Lc 6, 47-48).

Queridos amigos, construid vuestra casa sobre roca, como el hombre que "cavó y ahondó". Intentad también vosotros acoger cada día la Palabra de Cristo. Escuchadle como al verdadero Amigo con quien compartir el camino de vuestra vida. Con Él a vuestro lado seréis capaces de afrontar con valentía y esperanza las dificultades, los problemas, también las desilusiones y los fracasos. Continuamente se os presentarán propuestas más fáciles, pero vosotros mismos os daréis cuenta de que se revelan como engañosas, no dan serenidad ni alegría. Sólo la Palabra de Dios nos muestra la auténtica senda, sólo la fe que nos ha sido transmitida es la luz que ilumina el camino. Acoged con gratitud este don espiritual que habéis recibido de vuestras familias y esforzaos por responder con responsabilidad a la llamada de Dios, convirtiéndoos en adultos en la fe. No creáis a los que os digan que no necesitáis a los demás para construir vuestra vida. Apoyaos, en cambio, en la fe de vuestros seres queridos, en la fe de la Iglesia, y agradeced al Señor el haberla recibido y haberla hecho vuestra.

3. Firmes en la fe

Estad «arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe» (cf. Col 2, 7). La carta de la cual está tomada esta invitación, fue escrita por san Pablo para responder a una necesidad concreta de los cristianos de la ciudad de Colosas. Aquella comunidad, de hecho, estaba amenazada por la influencia de ciertas tendencias culturales de la época, que apartaban a los fieles del Evangelio. Nuestro contexto cultural, queridos jóvenes, tiene numerosas analogías con el de los colosenses de entonces. En efecto, hay una fuerte corriente de pensamiento laicista que quiere apartar a Dios de la vida de las personas y la sociedad, planteando e intentando crear un "paraíso" sin Él. Pero la experiencia enseña que el mundo sin Dios se convierte en un "infierno", donde prevalece el egoísmo, las divisiones en las familias, el odio entre las personas y los pueblos, la falta de amor, alegría y esperanza. En cambio, cuando las personas y los pueblos acogen la presencia de Dios, le adoran en verdad y escuchan su voz, se construye concretamente la civilización del amor, donde cada uno es respetado en su dignidad y crece la comunión, con los frutos que esto conlleva. Hay cristianos que se dejan seducir por el modo de pensar laicista, o son atraídos por corrientes religiosas que les alejan de la fe en Jesucristo. Otros, sin dejarse seducir por ellas, sencillamente han dejado que se enfriara su fe, con las inevitables consecuencias negativas en el plano moral.

El apóstol Pablo recuerda a los hermanos, contagiados por las ideas contrarias al Evangelio, el poder de Cristo muerto y resucitado. Este misterio es el fundamento de nuestra vida, el centro de la fe cristiana. Todas las filosofías que lo ignoran, considerándolo "necedad" (1 Co 1, 23), muestran sus límites ante las grandes preguntas presentes en el corazón del hombre. Por ello, también yo, como Sucesor del apóstol Pedro, deseo confirmaros en la fe (cf. Lc 22, 32). Creemos firmemente que Jesucristo se entregó en la Cruz para ofrecernos su amor; en su pasión, soportó nuestros sufrimientos, cargó con nuestros pecados, nos consiguió el perdón y nos reconcilió con Dios Padre, abriéndonos el camino de la vida eterna. De este modo, hemos sido liberados de lo que más atenaza nuestra vida: la esclavitud del pecado, y podemos amar a todos, incluso a los enemigos, y compartir este amor con los hermanos más pobres y en dificultad.

Queridos amigos, la cruz a menudo nos da miedo, porque parece ser la negación de la vida. En realidad, es lo contrario. Es el "sí" de Dios al hombre, la expresión máxima de su amor y la fuente de donde mana la vida eterna. De hecho, del corazón de Jesús abierto en la cruz ha brotado la vida divina, siempre disponible para quien acepta mirar al Crucificado. Por eso, quiero invitaros a acoger la cruz de Jesús, signo del amor de Dios, como fuente de vida nueva. Sin Cristo, muerto y resucitado, no hay salvación. Sólo Él puede liberar al mundo del mal y hacer crecer el Reino de la justicia, la paz y el amor, al que todos aspiramos.

4. Creer en Jesucristo sin verlo

En el Evangelio se nos describe la experiencia de fe del apóstol Tomás cuando acoge el misterio de la cruz y resurrección de Cristo. Tomás, uno de los doce apóstoles, siguió a Jesús, fue testigo directo de sus curaciones y milagros, escuchó sus palabras, vivió el desconcierto ante su muerte. En la tarde de Pascua, el Señor se aparece a los discípulos, pero Tomás no está presente, y cuando le cuentan que Jesús está vivo y se les ha aparecido, dice: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo» (Jn 20, 25).

También nosotros quisiéramos poder ver a Jesús, poder hablar con Él, sentir más intensamente aún su presencia. A muchos se les hace hoy difícil el acceso a Jesús. Muchas de las imágenes que circulan de Jesús, y que se hacen pasar por científicas, le quitan su grandeza y la singularidad de su persona. Por ello, a lo largo de mis años de estudio y meditación, fui madurando la idea de transmitir en un libro algo de mi encuentro personal con Jesús, para ayudar de alguna forma a ver, escuchar y tocar al Señor, en quien Dios nos ha salido al encuentro para darse a conocer. De hecho, Jesús mismo, apareciéndose nuevamente a los discípulos después de ocho días, dice a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo, sino creyente» (Jn 20, 27). También para nosotros es posible tener un contacto sensible con Jesús, meter, por así decir, la mano en las señales de su Pasión, las señales de su amor. En los Sacramentos, Él se nos acerca en modo particular, se nos entrega. Queridos jóvenes, aprended a "ver", a "encontrar" a Jesús en la Eucaristía, donde está presente y cercano hasta entregarse como alimento para nuestro camino; en el Sacramento de la Penitencia, donde el Señor manifiesta su misericordia ofreciéndonos siempre su perdón. Reconoced y servid a Jesús también en los pobres y enfermos, en los hermanos que están en dificultad y necesitan ayuda.

Entablad y cultivad un diálogo personal con Jesucristo, en la fe. Conocedle mediante la lectura de los Evangelios y del Catecismo de la Iglesia Católica; hablad con Él en la oración, confiad en Él. Nunca os traicionará. «La fe es ante todo una adhesión personal del hombre a Dios; es al mismo tiempo e inseparablemente el asentimiento libre a toda la verdad que Dios ha revelado» (Catecismo de la Iglesia Católica, 150). Así podréis adquirir una fe madura, sólida, que no se funda únicamente en un sentimiento religioso o en un vago recuerdo del catecismo de vuestra infancia. Podréis conocer a Dios y vivir auténticamente de Él, como el apóstol Tomás, cuando profesó abiertamente su fe en Jesús: «¡Señor mío y Dios mío!».

5. Sostenidos por la fe de la Iglesia, para ser testigos

En aquel momento Jesús exclama: «¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto» (Jn 20, 29). Pensaba en el camino de la Iglesia, fundada sobre la fe de los testigos oculares: los Apóstoles. Comprendemos ahora que nuestra fe personal en Cristo, nacida del diálogo con Él, está vinculada a la fe de la Iglesia: no somos creyentes aislados, sino que, mediante el Bautismo, somos miembros de esta gran familia, y es la fe profesada por la Iglesia la que asegura nuestra fe personal. El Credo que proclamamos cada domingo en la Eucaristía nos protege precisamente del peligro de creer en un Dios que no es el que Jesús nos ha revelado: «Cada creyente es como un eslabón en la gran cadena de los creyentes. Yo no puedo creer sin ser sostenido por la fe de los otros, y por mi fe yo contribuyo a sostener la fe de los otros» (Catecismo de la Iglesia Católica, 166). Agradezcamos siempre al Señor el don de la Iglesia; ella nos hace progresar con seguridad en la fe, que nos da la verdadera vida (cf. Jn 20, 31).

En la historia de la Iglesia, los santos y mártires han sacado de la cruz gloriosa la fuerza para ser fieles a Dios hasta la entrega de sí mismos; en la fe han encontrado la fuerza para vencer las propias debilidades y superar toda adversidad. De hecho, como dice el apóstol Juan: «¿quién es el que vence al mundo sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?» (1 Jn 5, 5). La victoria que nace de la fe es la del amor. Cuántos cristianos han sido y son un testimonio vivo de la fuerza de la fe que se expresa en la caridad. Han sido artífices de paz, promotores de justicia, animadores de un mundo más humano, un mundo según Dios; se han comprometido en diferentes ámbitos de la vida social, con competencia y profesionalidad, contribuyendo eficazmente al bien de todos. La caridad que brota de la fe les ha llevado a dar un testimonio muy concreto, con la palabra y las obras. Cristo no es un bien sólo para nosotros mismos, sino que es el bien más precioso que tenemos que compartir con los demás. En la era de la globalización, sed testigos de la esperanza cristiana en el mundo entero: son muchos los que desean recibir esta esperanza. Ante la tumba del amigo Lázaro, muerto desde hacía cuatro días, Jesús, antes de volver a llamarlo a la vida, le dice a su hermana Marta: «Si crees, verás la gloria de Dios» (Jn 11, 40). También vosotros, si creéis, si sabéis vivir y dar cada día testimonio de vuestra fe, seréis un instrumento que ayudará a otros jóvenes como vosotros a encontrar el sentido y la alegría de la vida, que nace del encuentro con Cristo.

6. Hacia la Jornada Mundial de Madrid

Queridos amigos, os reitero la invitación a asistir a la Jornada Mundial de la Juventud en Madrid. Con profunda alegría, os espero a cada uno personalmente. Cristo quiere afianzaros en la fe por medio de la Iglesia. La elección de creer en Cristo y de seguirle no es fácil. Se ve obstaculizada por nuestras infidelidades personales y por muchas voces que nos sugieren vías más fáciles. No os desaniméis, buscad más bien el apoyo de la comunidad cristiana, el apoyo de la Iglesia. A lo largo de este año, preparaos intensamente para la cita de Madrid con vuestros obispos, sacerdotes y responsables de la pastoral juvenil en las diócesis, en las comunidades parroquiales, en las asociaciones y los movimientos. La calidad de nuestro encuentro dependerá, sobre todo, de la preparación espiritual, de la oración, de la escucha en común de la Palabra de Dios y del apoyo recíproco.

Queridos jóvenes, la Iglesia cuenta con vosotros. Necesita vuestra fe viva, vuestra caridad creativa y el dinamismo de vuestra esperanza. Vuestra presencia renueva la Iglesia, la rejuvenece y le da un nuevo impulso. Por ello, las Jornadas Mundiales de la Juventud son una gracia no sólo para vosotros, sino para todo el Pueblo de Dios. La Iglesia en España se está preparando intensamente para acogeros y vivir la experiencia gozosa de la fe. Agradezco a las diócesis, las parroquias, los santuarios, las comunidades religiosas, las asociaciones y los movimientos eclesiales, que están trabajando con generosidad en la preparación de este evento. El Señor no dejará de bendecirles. Que la Virgen María acompañe este camino de preparación. Ella, al anuncio del Ángel, acogió con fe la Palabra de Dios; con fe consintió que la obra de Dios se cumpliera en ella. Pronunciando su "fiat", su "sí", recibió el don de una caridad inmensa, que la impulsó a entregarse enteramente a Dios. Que Ella interceda por todos vosotros, para que en la próxima Jornada Mundial podáis crecer en la fe y en el amor. Os aseguro mi recuerdo paterno en la oración y os bendigo de corazón.

Vaticano, 6 de agosto de 2010


Benedictus PP. XVI

Mas Información en:   http://www.madrid11.com/

miércoles, 20 de octubre de 2010

Día Mundial de las Misiones


DOMUND  24 Octubre 2010

Domund 2010: Queremos ver a Jesús

¿Qué es el DOMUND?

El DOmingo MUNDial de las Misiones es el día en que toda la Iglesia universal reza por la actividad evangelizadora de los misioneros y misioneras, y colabora económicamente con ellos en su labor, especialmente entre los más pobres y necesitados.


¿Por qué el DOMUND?

El 37% de la Iglesia católica lo constituyen territorios de misión, un total de 1.069 circunscripciones eclesiásticas que dependen de la ayuda personal de misioneros y misioneras y de la colaboración económica de otras Iglesias para realizar su labor.


¿Para qué el DOMUND?

Con los donativos se subvenciona el sostenimiento de los misioneros y sus colaboradores. También se atienden otras necesidades especiales: construcción de iglesias y capillas, formación cristiana, compra de vehículos..., además de desarrollar proyectos sociales, educativos y sanitarios.


¿Cómo se distribuye el dinero del DOMUND?

La Asamblea Plenaria de los Directores Nacionales de las Obras Misionales Pontificias, que se celebra cada año en Roma, distribuye equitativamente entre las solicitudes presentadas por los misioneros la totalidad de las aportaciones llegadas de todo el mundo. Por eso se pide la colaboración con el DOMUND sin hacer referencia a proyectos concretos.


¿Cómo colaboran los fieles?

Además del donativo con motivo de la Jornada del DOMUND, cada día son más los que domicilian sus aportaciones periódicas, pagan sus compras con la tarjeta VISA-DOMUND o hacen sus transferencias por Internet (www.domund.org). Además, están tomando mucha importancia las donaciones por testamentos y legados.


¿Llega a los misioneros todo el dinero?

El donativo que cada fiel entrega para las misiones es recogido en la Dirección Nacional de OMP y enviado a los territorios de misión. Solo se permite utilizar un máximo del 10% para la administración de estos bienes y la animación misionera de las comunidades cristianas.


¿Atienden los misioneros situaciones de emergencia?

Ante catástrofes naturales o bélicas, los misioneros canalizan la ayuda de organizaciones sociales y se dedican a atender a los damnificados. El DOMUND colabora con ellos principalmente para que puedan permanecer en la misión tras esas situaciones de especial emergencia humanitaria.
¿Qué es la obra de la propagación de la Fe y cuándo nació?
La Obra Pontificia de la Propagación de la fe es una institución universal de la Iglesia de cooperación con las misiones a través de la oración, el sacrificio, la promoción de las vocaciones misioneras y la cooperación económica y material de los cristianos de todo el mundo.
Esta Obra nació en Lyon, Francia, en 1822, por iniciativa de la joven Paulina Jaricot. Comenzó implicando a los trabajadores locales para que apoyasen las misiones con una pequeña limosna cada semana. Un siglo después, establecida ya la Obra en casi todos los países del mundo, el Papa Pío XI la convirtió en el cauce oficial de toda la Iglesia católica para ayudar espiritual y económicamente a la actividad misionera de la Iglesia.
¿Cuándo se celebra esta jornada?
 La actividad de cooperación espiritual y material de esta Obra es permanente durante todo el año, pero alcanza especial significación durante el llamado "Octubre misionero". El día del DOMUND es el centro de la celebración misionera.

¿Cuáles son sus principales fines?
1. Iniciar a los fieles en la “contemplación” del rostro de Dios, en el que se reflejan los rostros de los más pobres y necesitados.
2. Promover entre los fieles una sensibilidad y predilección hacia los que, aun sin saberlo, buscan conocer y ver a Jesús.
3. Participar en las actividades organizadas por las comunidades eclesiales con motivo de la celebración del DOMUND.
4. Colaborar con una generosa aportación económica para atender las necesidades materiales de los misioneros y de las misiones.
5. Intensificar la oración y el sacrificio por las vocaciones misioneras de sacerdotes, religiosos y religiosas, y laicos.

EXPLICACIÓN DEL LEMA y DEL CARTEL DE 2010: QUEREMOS VER A JESÚS
El lema que este año hemos escogido para la Jornada del Domund es una propuesta muy clara para todos: “Queremos ver a Jesús” (Jn 12,21). El cartel nos presenta a una joven religiosa que mira con amor cristiano a una niña frágil y hambrienta de afecto. No es fácil llevar a cabo este modo de vivir si antes no se tiene una experiencia de amistad con Aquel que llena el corazón de un amor y una paz indescriptibles. Recuerdo que en una ocasión un joven me preguntó: “Quiero ver a Dios y por más que lo busco no lo encuentro. ¿Qué he de hacer? ¿Dónde está Dios?”. Nos sentamos y hablamos largo rato. En aquel momento no podía hablarle con palabras complicadas o con elucubraciones más o menos metafísicas o con reflexiones elevadas y filosóficas; le abrí el libro de mi vida y le comencé a contar dónde encontré por primera vez a Dios. Fue el momento que me puse a servir por caridad a una persona que estaba necesitada. Allí estaba Dios y allí lo encontré. Y a este joven que me miraba con ojos ansiosos de ver a Dios, le dije: “No olvides que siempre que en nosotros hay amor y amamos a los demás, Dios se manifiesta. Él mismo nos lo asegura cuando nos dice que quien le ama y cumple sus palabras tendrá la dicha de ser habitado por Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo”.

Cuentan los relatos de los monjes del desierto que, una vez, un joven novicio creyó que, si se acercaba a la cumbre de la montaña antes que el sol se ocultara, lograría ver a Dios. Animado por esta idea, salió del monasterio muy de mañana con el fin de llegar cuanto antes a la cima de la montaña. Cuando ya había realizado la mitad del camino, se encontró con un montañero tirado en el suelo que estaba pidiendo auxilio. El hombre había sufrido un accidente y tenía una fractura en la pierna. El monje se acercó a él y le dijo que primero iría a ver a Dios y después le socorrería. Cuando llegó al tramo final de la cumbre de la montaña, a punto del ocaso del sol, por más que miraba no pudo ver a Dios. Bajó con presteza a socorrer al montañero malherido y cuando llegó ya no estaba. Concluyen los relatos: “Si hubiera socorrido con amor y premura al necesitado, hubiera visto a Dios, porque Dios es Amor y sólo se manifiesta a quien ama”. La decepción del joven novicio fue grande, pero la enseñanza hizo de él un monje gozoso de vivir por amor y para amar a los demás. El secreto de “ver a Dios” se resumía en amar siempre.

El Papa Benedicto XVI, en el pregón del Domund, nos dice: “Cristo establece la nueva relación entre el hombre y Dios. «Él mismo nos revela que ‘Dios es amor’ (1Jn 4,8), y al mismo tiempo nos enseña que la ley fundamental de la perfección humana [...] es el mandamiento nuevo del amor. Así pues, a los que creen en la caridad divina les da la certeza de que el camino del amor está abierto a todos los hombres y de que no es inútil el esfuerzo por instaurar la fraternidad universal» (GS 38)”.

La nueva evangelización y la nueva forma de vivir la misión es antigua, pero al mismo tiempo también es contemporánea, porque solo hay un estilo y una forma de vivir: el amor a Dios y al prójimo. Porque ¿de qué le sirve a uno decir que ama a Dios a quien no ve, si no ama al hermano a quien ve? Esta es la gran suerte de creer en Jesucristo. Él nos va manifestando lo que son y lo que significan nuestras vidas. Sin Dios, la vida pierde todo sentido; y Él es muy celoso, como buen Padre, de manifestarse, por sorpresa, en los momentos más inesperados. “Soy ateo y esto es irreversible”, me decía un joven, tal vez dolorido por alguna circunstancia acosada por el sufrimiento. Lo escuché, y cuando se desahogó, le interpelé: “No olvides que un día, en un «cambio de rasante» o «a la vuelta de la esquina», de forma inesperada, te encontrarás cara a cara con Él”. Dios tiene el momento oportuno para cada uno, y por ello hemos de tener la esperanza de que Dios mismo se hará el encontradizo cuando uno menos lo espera. Nunca abandona a sus hijos, los deja libres, pero siempre les ofrece unas manos abiertas llenas de acogida, como hizo con el hijo pródigo.

Quien realmente sienta el deseo de ver a Dios no tiene ningún otro camino posible que no sea el del amor. Sucede lo mismo que con aquel que desea ver el oxígeno, pues lo siente en sus pulmones, aunque no lo perciba con los ojos. Ver y sentir se complementan. La oración es un trato de amistad con Aquel que sabemos que nos ama, decía la Santa de Ávila. Y la plegaria es como el oxígeno para nuestros pulmones. Para el Santo Cura de Ars, la oración “era una dulce amistad y una familiaridad que sorprende. El hombre no vive sólo de pan, vive de oración, vive de fe, de adoración y de Amor”. Si para ver a Dios se requiere vivir de la caridad, esta no se conseguirá por puro deseo o incluso por puro sentimiento. La fuente de este amor está en la Eucaristía; de ahí que se la denomine la fuente de donde mana y corre el amor de Dios. No encontraremos a ningún santo que no haya tenido estos dos amores: a Cristo Eucaristía y a Cristo en los pobres. Tratar de separar una realidad de la otra es caer en una herejía existencial, y va contra la ley del mismo Evangelio.

La propia Eucaristía es manifestación de Dios. Los Padres de la Iglesia dirán que ella misma es epifanía de Dios. Muchos servidores del Evangelio, muchos sacerdotes, muchos consagrados, muchos matrimonios, muchos seglares han encontrado en la Eucaristía la fuerza para seguir hacia delante en la vocación emprendida. Quien quiere ver a Dios ha de dejarse sorprender por la belleza y bondad de la Eucaristía, que es escuela de vida: de la vida de cada día. Con ella y desde ella podemos no solo ver a Dios, sino también hacer posible que los demás le vean. Esta es la misión de la Iglesia: que los que aún no conocen a Jesucristo puedan ver a Dios. Quien ve a Cristo y contempla a Cristo ve a Dios.

Decía San Bernardo que a esta fuente de vida y de luz hemos de correr, y con toda la fuerza del corazón exclamar: “¡Oh hermosura inefable del Dios altísimo, resplandor purísimo de la eterna luz! ¡Vida que vivificas toda vida, luz que iluminas toda luz y conservas en perpetuo resplandor millares de luces, que desde la primera aurora fulguran ante el trono de tu divinidad! De ti procede el río que alegra la ciudad de Dios, para que, con voz de regocijo y gratitud, te cantemos himnos de alabanza, probando por experiencia que en ti está la fuente viva, y tu luz nos hace ver la luz”.

En la Jornada del Domund, pongamos todas las ofrendas (que son las oraciones, los sacrificios y los donativos) para que con todas ellas sigamos mostrando que el verdadero amor no solo se hace camino de santificación, sino que es medio y apoyo para que Dios sea conocido, amado y adorado. Ojalá que en esta Jornada misionera muchos puedan ver a Dios o lo reconozcan con mayor nitidez.

Explicación ofrecida por Mons. Francisco Pérez González, Arzobispo de Pamplona-Tudela y Director Nacional de OMP - España
"Queremos ver a Jesús" Benedicto XVI ha enviado un Mensaje para este día, donde nos invita a tomar parte activa en el anuncio del Evangelio. Pone como ejemplo al apóstol Felipe, a quien unos griegos- paganos- le piden un favor: "Queremos ver a Jesús" (Jn 12,21). Y él les lleva hasta Jesús. Esa es precisamente la labor de los misioneros, de los que están en la misión y de los cristianos que están aquí.
La labor del misionero es hacer ver el rostro de Dios. Benedicto XVI dice que el Mensaje que hoy los hombres esperan de los creyentes no solo que 'hablen' de Jesús, sino que 'hagan ver a Jesús'. Para ello, los misioneros son los primeros 'contempladores de Jesús'.

Se contempla a Jesús en:

Los misioneros, que entregan su vida por amor a los demás. La alegría de la religiosa es testimonio de que se da a los demás por Dios.

Los misioneros contemplan el rostro de Dios en los más pobres. Sólo quien sabe amar es capaz de ver a Dios en el rostro de los más indefensos, como esta niña.

Los misioneros contemplan a los más pobres y necesitados en el rostro de Jesús. La contemplación de Dios 'hace ver' a los demás.

ORACIÓN

Señor Jesús,
que has prometido permanecer entre nosotros
si nos amamos como Tú nos amas,

Te rogamos lleves a buen término
-por los caminos de la paz,
de la justicia y del perdón­
a esta humanidad lacerada de guerras,
violencia y hambrienta de fraternidad.

Da fortaleza a los misioneros
que están llevando la antorcha de la fe
y haz que,
siguiendo los pasos de San Francisco Javier,
sean testigos valientes del Evangelio,

Infunde en muchos jóvenes la ilusión de seguirte por
el camino de la vocación al laicado,
a la vida consagrada y a la vida sacerdotal.

Te lo pedimos en unión con María,
Reina de las Misiones
y Estrella de la Nueva Evangelización.

 
MENSAJE DEL PAPA BENEDICTO XVI PARA LA JORNADA MUNDIAL DE LAS MISIONES 2010
El mes de octubre, con la celebración de la Jornada Mundial de las Misiones, ofrece a las comunidades diocesanas y parroquiales, a los institutos de vida consagrada, a los movimientos eclesiales y a todo el pueblo de Dios la ocasión de renovar el compromiso de anunciar el Evangelio y de dar a las actividades pastorales un aliento misionero más amplio. Esta cita anual nos invita a vivir intensamente los itinerarios litúrgicos y catequéticos, caritativos y culturales, con los que Jesucristo nos convoca a la mesa de su Palabra y de la Eucaristía, para gustar el don de su presencia, formarnos en su escuela y vivir cada vez más conscientemente unidos a Él, Maestro y Señor. Él mismo nos dice: “El que me ame será amado de mi Padre, y yo le amaré y me manifestaré a él” (Jn 14,21). Sólo a partir de este encuentro con el Amor de Dios, que cambia la existencia, podemos vivir en comunión con Él y entre nosotros, y ofrecer a los hermanos un testimonio creíble, dando razón de nuestra esperanza (cf. 1P 3,15). Una fe adulta, capaz de abandonarse totalmente a Dios con actitud filial, alimentada por la oración, por la meditación de la Palabra de Dios y por el estudio de las verdades de la fe, es condición para poder promover un humanismo nuevo, fundado en el Evangelio de Jesús.
En octubre, además, en muchos países se reanudan las diferentes actividades eclesiales después de la pausa estival, y la Iglesia nos invita a aprender de María, mediante el rezo del Santo Rosario, a contemplar el proyecto de amor del Padre sobre la humanidad, para amarla como Él la ama. ¿No es quizá este también el sentido de la misión?
Efectivamente, el Padre nos llama a ser hijos amados en su Hijo, el Amado, y a reconocernos todos hermanos en Él, don de salvación para la humanidad dividida por la discordia y el pecado, y revelador del verdadero rostro del Dios que “tanto amó al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn 3,16).
“Queremos ver a Jesús” (Jn 12,21) es la petición que, en el evangelio de Juan, algunos griegos, llegados a Jerusalén para la peregrinación pascual, presentan al apóstol Felipe. La misma petición resuena también en nuestro corazón en este mes de octubre, que nos recuerda cómo el compromiso y la tarea del anuncio evangélico compete a la Iglesia entera, “misionera por su naturaleza” (Ad gentes, 2), y nos invita a hacernos promotores de la novedad de vida, hecha de relaciones auténticas, en comunidades fundadas en el Evangelio. En una sociedad multiétnica que cada vez más experimenta formas de soledad y de indiferencia preocupantes, los cristianos deben aprender a ofrecer signos de esperanza y a convertirse en hermanos universales, cultivando los grandes ideales que transforman la historia, y, sin falsas ilusiones o inútiles miedos, comprometerse a hacer del planeta la casa de todos los pueblos.
Como los peregrinos griegos de hace dos mil años, también los hombres de nuestro tiempo, quizás no siempre conscientemente, piden a los creyentes, no solo que “hablen” de Jesús, sino que “hagan ver” a Jesús, que hagan resplandecer el rostro del Redentor en cada ángulo de la Tierra ante las generaciones del nuevo milenio, y especialmente ante los jóvenes de todos los continentes, destinatarios privilegiados y sujetos activos del anuncio evangélico. Estos deben percibir que los cristianos llevan la palabra de Cristo porque Él es la Verdad, porque han encontrado en Él el sentido, la verdad para sus vidas.
Estas consideraciones remiten al mandato misionero que han recibido todos los bautizados y la Iglesia entera, pero que no puede realizarse de manera creíble sin una profunda conversión personal, comunitaria y pastoral. De hecho, la conciencia de la llamada a anunciar el Evangelio estimula no solo a cada uno de los fieles, sino a todas las comunidades diocesanas y parroquiales, a una renovación integral y a abrirse cada vez más a la cooperación misionera entre las Iglesias, para promover el anuncio del Evangelio en el corazón de cada persona, de todo pueblo, cultura, raza, nacionalidad, y en todas las latitudes. Esta conciencia se alimenta por medio de la obra de sacerdotes Fidei Donum, de consagrados, de catequistas, de laicos misioneros, en una búsqueda constante por promover la comunión eclesial, de manera que también el fenómeno de la “interculturalidad” pueda integrarse en un modelo de unidad, en el que el Evangelio sea fermento de libertad y de progreso, fuente de fraternidad, de humildad y de paz (cf. Ad gentes, 8). En efecto, la Iglesia “es en Cristo como un sacramento o signo e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano” (Lumen gentium, 1).
La comunión eclesial nace del encuentro con el Hijo de Dios, Jesucristo, que, en el anuncio de la Iglesia, alcanza a los hombres y crea comunión con Él mismo y, consiguientemente, con el Padre y el Espíritu Santo (cf. 1Jn 1,3). Cristo establece la nueva relación entre el hombre y Dios. “Él mismo nos revela que «Dios es amor» (1Jn 4,8), y al mismo tiempo nos enseña que la ley fundamental de la perfección humana, y por ello de la transformación del mundo, es el mandamiento nuevo del amor. Así pues, a los que creen en la caridad divina les da la certeza de que el camino del amor está abierto a todos los hombres y de que no es inútil el esfuerzo por instaurar la fraternidad universal” (Gaudium et spes, 38).
La Iglesia se convierte en “comunión” a partir de la Eucaristía, en la que Cristo, presente en el pan y en el vino, con su sacrificio de amor edifica a la Iglesia como su cuerpo, uniéndonos al Dios uno y trino y entre nosotros (cf. 1Co 10,16ss). En la exhortación apostólica Sacramentum caritatis escribí: “No podemos guardar para nosotros el amor que celebramos en el Sacramento. Este exige por su naturaleza que sea comunicado a todos. Lo que el mundo necesita es el amor de Dios, encontrar a Cristo y creer en Él” (n. 84). Por esta razón, la Eucaristía no solo es fuente y culmen de la vida de la Iglesia, sino también de su misión: “Una Iglesia auténticamente eucarística es una Iglesia misionera” (ibíd.), capaz de llevar a todos a la comunión con Dios, anunciando con convicción: “Lo que hemos visto y oído, os lo anunciamos, para que también vosotros estéis en comunión con nosotros” (1Jn 1,3).
Queridos hermanos, en esta Jornada Mundial de las Misiones, en la que la mirada del corazón se dilata sobre los inmensos espacios de la misión, sintámonos todos protagonistas del compromiso de la Iglesia de anunciar el Evangelio. El impulso misionero ha sido siempre un signo de vitalidad para nuestras Iglesias (cf. Redemptoris missio, 2) y su cooperación es testimonio singular de unidad, de fraternidad y de solidaridad, que hace creíbles anunciadores del Amor que salva.
Por ello, renuevo a todos la invitación a la oración y, a pesar de las dificultades económicas, al compromiso de la ayuda fraterna y concreta para sostener a las jóvenes Iglesias. Este gesto de amor y de compartir, que el valioso servicio de las Obras Misionales Pontificias, a las que va mi gratitud, proveerá a distribuir, sostendrá la formación de sacerdotes, seminaristas y catequistas en las tierras de misión más lejanas y animará a las jóvenes comunidades eclesiales.
Al concluir el mensaje anual para la Jornada Mundial de las Misiones, deseo expresar con particular afecto mi reconocimiento a los misioneros y a las misioneras, que dan testimonio en los lugares más lejanos y difíciles, a menudo incluso con la vida, de la llegada del reino de Dios. A ellos, que representan la vanguardia del anuncio del Evangelio, va la amistad, la cercanía y el apoyo de todo creyente. “Dios, [que] ama al que da con alegría” (2Co 9,7), les colme de fervor espiritual y de profunda alegría.
Como el “sí” de María, toda respuesta generosa de la comunidad eclesial a la invitación divina al amor a los hermanos suscitará una nueva maternidad apostólica y eclesial (cf. Ga 4,4.19.26), que, dejándose sorprender por el misterio de Dios amor, el cual, “al llegar la plenitud de los tiempos, envió […] a su Hijo, nacido de mujer” (Ga 4,4), dará confianza y audacia a nuevos apóstoles. Esta respuesta hará a todos los creyentes capaces de estar “alegres en la esperanza” (Rm 12,12) al realizar el proyecto de Dios, que quiere “que todo el género humano forme un único pueblo de Dios, se una en un único cuerpo de Cristo, se coedifique en un único templo del Espíritu Santo” (Ad gentes, 7).

Benedicto XVI,
Vaticano, 6 de febrero de 2010