Real
e Ilustre Hermandad de Penitencia del Santisimo Cristo de la Caridad en
su Sagrado Descendimiento, Maria Santisima de la Piedad en su Quinta Angustia, Ntra. Sra. de los Angeles en su Soledad y Santa Angela de la
Cruz
Próximo Viernes 28 de Noviembre y Sábado 29 de Noviembre, en las Superficies de Supermercados MAXI DIA% y MERCADONA de la Ciudad de Estepa, un Equipo de Voluntarios realizaran RECOGIDA DE ALIMENTOS No Perecederos que iran destinados al Banco de Alimentos y Caritas Estepa.
Fragmento
del Pregón de la Hermandad de Ntra. Sra. de las Angustias, pronunciado en Estepa por nuestro hermano D. Antonio Rodríguez Crujera, el día 16 de Marzo de 2008, Domingo de
Ramos, dedicado a las Hermanas de la Cruz y a su fundadora, Santa
Ángela.
Enfilamos
la calle Antonio Álvarez para pasar por la esquina de Torralba, donde
desde abajo se puede admirar la belleza que ofrece a la vista de todos,
la soberbia panorámica nocturna de la Torre de la Victoria, que
impertérrita, desde la altura saluda nuestro silencioso andar, camino
del convento de las Hermanas de la Cruz. En ese claustro de caridad,
oración y trabajo que hay en la calle de su nombre, mora el espíritu de
la madre Angelita (ahora ya Santa Ángela de la Cruz); sí, aquella
sevillana del crucifijo al pecho, la monja bajita y negrita -como a ella
le gustaba definirse-, ha venido a esperarnos para vernos pasar
acompañando a nuestra Señora.
.
Santa Ángela sabe muy bien que Jesús regresará del mundo de los muertos, al cual no pertenecía; ni ella tampoco. Si
bien su figura mortal ha quedado plasmada en el monumento inanimado que
hay en su placita; su espíritu inmortal permanece muy vivo, inquieto en
cada una de sus hijas, detrás, o en el interior da cada uno de esos
hábitos de bayeta parda, que día a día -también con alpargatas, como
nosotros-, recorren incansables nuestras calles y las de todos los
pueblos y ciudades donde se hallan presentes; ayudando al Jesús que ven
caminar por esas calles, hecho hombre en cada enfermo que sufre, en cada
persona que pasa hambre o soledad, en ese hombre parado en cuya casa
hace falta el jornal para el sustento de cada día, con el que poder
mantener a su familia. En definitiva: ellas, las hermanas de la Compañía
de la Cruz, hijas de Santa Ángela, ven en las personas más débiles y en
las niñas más desprotegidas y necesitadas, al Jesús que predicó la
verdadera caridad; aquella de la que el Maestro dijo: “Que no sepa tu
mano izquierda lo que hace la derecha”.
Esas
hermanas, cumpliendo lo que enseñaba Jesús, toman gratis la
misericordia, la compasión y la piedad que les han sido dadas, para
darlas también gratis a aquellos que nada tienen. Y por eso, obedeciendo
esas enseñanzas, les llevan consuelo y socorro al pobre, al enfermo, al
moribundo, y a todas aquellas almas que lo necesiten. Mujeres tan
nobles y entregadas en dar su vida para consolar la de los demás, esa
noche nos esperan despiertas a horas tan inusuales para ellas. Quieren
saludar a nuestra Señora, alabarla, honrarla y hacerle más llevadero su
dolor, ofreciéndole sus cánticos que más parecen ser voces angelicales,
que mantienen en mutismo a quienes las escuchan en el silencio de la
alborada. Y de las puertas del convento, todavía con los últimos ecos
de los dulces salmos metidos en nuestros sentidos, nos vamos envueltos
en ese silencio en el que no se oye más que los golpeteos que a cada
paso del nazareno, dan los palos del farol contra el empedrado de las
calles, haciendo vibrar los cristales de dichos candeleros, que apuran
casi al final del recorrido, el corto pabilo de las ceras que con sus
trémulas luces alumbran a María, que se acerca ya a la calle La Puente
de don Gonzalo.